29 mayo 2006

Sollozos

Sombras, silencios, sollozos apagados contra la almohada, la noche es más solitaria sin tu presencia, los recuerdos de lo sucedido están vivos y arde la piel, duelen los huesos, el pecho parece estallar, no cabe dentro quiere escapar, la sangre circula rápido, tiemblan las manos, no hay dónde agarrarse, el vacío es desesperante. Se escucha lejos un grito, luego de nuevo silencio. Ojos llorosos, corazón desesperado. ¿Por qué tuvo que pasar, cómo fue que ocurrió, qué hice mal para que la vida nos golpeara así, fui yo el culpable o simplemente esto tenía que ocurrir.

Pasan las horas, no puedo dormir, solo quiero llorar, ya no me importa nada más, todo ha perdido sentido, qué importa la vida después de lo ocurrido, haga lo que haga ya nada será igual nunca más.

Si ella no vuelve más la vida será otra, ya nunca más poder vivir o aclarar lo ocurrido, saber por qué, o sólo por conversar de ello, lo que sea. Qué esperas de mi, Dios mío, qué debo hacer, si ella se va sólo preocuparme de mis hijos, si ella vuelve valorarla, darle el cariño que ya no le daba. Qué había sucedido, por qué se había perdido el cariño, por qué, por qué. Preguntas al aire nocturno, sin respuesta. Dolor de ser el culpable de una vida arruinada, de dolores por venir, de sufrimientos sin sentido aparente, de hacer sufrir, de llorar inconsolablemente sin saber por qué.

Preguntas sin respuesta. Esperanza mantenida.

Hasta cuando será necesario sufrir, cuánto debo pagar por lo ocurrido o por otros motivos que aún no cancelo, qué más habrá que vivir, cuánto llanto habrá de correr mejillas abajo sin ningún pudor, sin importar que otros ojos te estén mirando.


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