25 mayo 2006

Todo en un auto

Misterios de vida y muerte.

Cincuenta y cuenta por ciento de probabilidades - vida o muerte - dicen los médicos. Nada se puede predecir, hay que esperar las reacciones, algunos días pasar, si es que llegamos a pasar este día.

¿Por qué así? Por la experiencia, por las personas que llegan en situación similar, es difícil la sobrevivencia.

Tengo confianza, saldrá adelante, pero sea lo que sea, estamos en manos del destino. La fuerza por salvarte ya ha sido hecha, inicialmente, continuamos en ello para salvarte. Se mueven muchas personas, de mueve el cielo y la tierra, los ángeles están alertas, las trompetas prestas, todo preparado para lo que haya de ocurrir.

Así estoy también, preparado para lo que venga.

El único propósito que existe hoy es que tú vuelvas, que decidas retornar del sueño en que te has sumido. Que quienes decidan opten por tu regreso, en eso estamos todos.

Tiembla la tierra, el viento sopla fuerte, las aguas han crecido, el mar embravecido azota las rocas, la tierra, se sienten los volcanes prontos a estallar, arde el sentimiento, crece el querer ayudarte, aquí estamos.

Todo en un auto. Gira y azota contra un poste de luz, se hunde el costado en el cual tú vas, aprisionada entre fierros, los quebrados vidrios desparramados sobre tu cuerpo, el silencio posterior y el pánico, el susto de enfrentar la muerte. Estuvo tan cerca, se siente aún su olor.

* * * * *

Como si fuera hoy siento el sonido sordo, seco del auto contra el poste de cemento. Gastado por los años no resiste el impacto, se dobla y la golpea, caen vidrios, se doblan latas, la pintura se resquebraja.

El chofer del micro para, observa hacia atrás y luego continúa, debe continuar su recorrido; ya se encienden luces, personas bajan de sus departamentos, acostumbrados a este tipo de cosas.

Ofrecen ayuda, teléfono, llamar a carabineros, al servicio de urgencias.

- Pase, adelante, allí está el teléfono. Deje aquí su ropa y bolso, no se preocupe.

- Aló

- Aló - contesta una voz despertando

- Soy Eduardo, Gloria, tuvimos un accidente con Beatriz, fue duro pero ya llega ayuda.

Por favor avisa que no alcanzaremos a llegar. Después te llamaré para decirte que más pasará. Gracias.

Salgo, la miro, la toco, la siento, está quieta, respira. Algo mueve, una pierna.

Le pregunto si quiere que la saque de allí, que mueva sus piernas si eso quiere que haga. Lo hace, entonces, suavemente comienzo a sacarla de la prisión de fierros en que estaba.

Poco a poco la tiro, con cuidado las cervicales me digo.

- Yo te ayudo mujer, no estás sola, ya viene ayuda - te digo, para reconfortarte dentro de tu dolor, como si pudieras escucharme.

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