04 junio 2006

Trotando

Comienza el día en forma irreal, la noche aún vive, las sombras cubren los árboles, el perfil de la montaña blanco contra el negro profundo del cielo cubierto de estrellas y sueños lejanos. Levanta una pierna, la punta de la zapatilla alcanza el tronco de un árbol durmiente, se inclina sobre el azul del pantalón, estira los brazos hasta alcanzar la madera viva, se estira una y otra vez, cambia el pié y vuelve a la rutina. Coloca sus pies sobre el cemento, hecha a andar el cronómetro y lentamente inicia su recorrido matinal, en las esquinas observa a lado y lado, a esas horas los vehículos pasan sin detenerse, ni siquiera ante los semáforos. Aumenta poco a poco la velocidad, siente el frío en la cara, intenta abrigarse con la capucha, pero no le alcanza y al final se la saca y queda con la cabeza al aire, el frío ya no es tal, su cuerpo ya siente calor, la sangre circula más rápido, la respiración es ligera y armónica a ratos. Pasa ante las ramas bajas de algunos árboles, los saluda, los toca, les habla, y sigue su trote al ritmo del un, dos, tres cuatro, y repetir, hasta cambiar, parar mirar, escuchar los trinos de los pájaros ya despiertos.

¿Qué estoy haciendo aquí a esta hora, de dónde saqué esta idea tan loca, quién me vendió esta pomada?. Lo piensa riéndose de lo que ya entiende y que le sirve para hacer de sus días mejores días, más reales, más intensos, de mayor entrega. Siente un golpe seco y rotundo y un grito espeluznante se alza ante el cielo, alguien se retuerce en un amanecer doloroso, ha caído violentamente azotando sus huesos contra el cemento. Acelera, corre y llega antes que otras personas donde el cuerpo caído, la cabeza cuelga grotescamente en una postura inconcebible, los huesos asoman desde el hombro apuntando al cielo como un postrer saludo a quienes lo esperan, hacia allá voy dice su cuerpo inerte. Nada que hacer, llega gente, voces llorosas. Retorna hacia su ruta habitual, lentamente, trotando concentrado en un dolor desconocido, en una sensación tenebrosa, la luz del día está asomando, pero no ve esa luz, los ojos se han cerrado al día naciente, es la señora no esperada que ha llamado a un mortal más a transitar camino a lo desconocido.

Esto era lo que debía ver, cuán cerca estuvo, me contó una historia de vida y muerte señora sin sentimientos, señora fría y sorprendente, usted viene, golpea la puerta y se acaba la ilusión, se despedazan los sueños, se lleva de la mano las almas que ya cumplieron su etapa en esta vida hermosa, dónde van los sueños que crecían en ellos, dónde las ideas de ver crecer los hijos, de ahorrar para tener su casita, si el dinero ahora no le sirve, para qué todo el esfuerzo. Dime tú amigo, amiga, que lees estas líneas, de que te sirven los sueños, las alegrías, los sufrimientos, los dolores, las angustias, la risa, el llanto, los buenos momentos y aquellos que uno prefiere olvidar, de qué te servirán una vez que te hayas ido?.

Una amiga me mostraba su dolor ante un cáncer de pulmón no detectado antes, de una persona tan conocida pero a la vez totalmente desconocida, ya quedó solo el hombre de la flor en el ojal, la compañera lo dejó, pero al parecer no quería irse sola y lo está esperando y él ya prepara sus maletas, no le interesa nada más, solo quiere encontrarse con su compañera de toda la vida, tan solo está hoy que no importa nada, ¿cáncer? qué importa, que me lleve luego, no quiero sufrir, luego voy a estar con mi viejita y los ojos se llenan de lágrimas.

(Naces, te acunan los cariños de tus padres, te miman, crean un mundo para ti, sueñan sus sueños a través de ti, viven la vida por ti, ...)

La muerte anda rondando, son muchas las muestras de ello, pero no importa, si ha de suceder que suceda, que más se puede hacer ante lo inevitable. Por ello voy a vivir cada momento intensamente, como si cada día fuera el último de mi vida, voy a olvidar las penas, voy a ser feliz como nunca lo fui, mis días ya nunca serán como ayer, se fue ese pasado sufriente, para qué seguir en eso, mejor sentir el canto de los pájaros por la mañana, el aire frío acariciando mi cara. Escuchar el sonido del aire cruzando las ramas de los árboles, las nubes naciendo al pie de las montañas, cada día un día nuevo y distinto, nunca más volver la vista atrás buscando explicaciones a lo inexplicable, a vivir sencillamente las horas, a escuchar música y canciones, a embelesarme en la armonía musical y en los colores cambiantes del cielo compañero constante de cada día, bajo tu techo vivo mis días, me cubres por las noches, proyectas en ti los atardeceres inolvidables llenos de emociones vivas.

Da una vuelta más al circuito de maicillo, recorrido tantas veces en el tiempo. Insiste y gira otra vez, acelera, quiere botar esa angustia, corre desesperado contra el viento, sus piernas no quieren más, pero insiste, más rápido, la respiración es desesperada, el aire necesita recorrer los espacios internos y la sangre alborotada sube y baja, el sudor lo tiene empapado, se deja caer en el pasto desesperado, jadeante. Se tranquiliza poco a poco, respira ya más tranquilo, se sienta, mira, se para y retoma lentamente su camino en busca del agua que caerá desde su cabeza hasta la punta de los pies, limpiándolo.


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